Querentine
Querido amigo,
Escribo esta carta en un momento histórico particular, después de 100 años otra pandemia irrumpe al mundo. Y de la noche a la mañana todo cambió. Quédate en tu casa es la nueva consigna, y se repite incansablemente.
Al principio parecía simple y hasta divertido, pero, por primera vez en mucho tiempo uno se vuelve encontrar consigo mismo. Con sus pensamientos, con sus conversaciones, con sus miedos y miserias. Porque ahora no se puede ocultar las emociones y llenar los vacíos con tanto trabajo, con el gimnasio o comprando en el shopping. La rutina se frenó pero la cabeza sigue andando a mil revoluciones. Nos encontramos temerosos frente a la muerte y la soledad, estamos débiles y expuestos. Aunque sea injusta, la muerte nos recuerda que somos mortales y el presente es lo único que tenemos. La muerte vino a igualarnos. Ya no importa toda la plata que tengas o no tengas. Llegamos a este mundo como nos vamos: sin nada. Los cadáveres no entienden de riquezas y la enfermedad no discrimina.
Todo pasa, y esto también pasará, pero sin antes dejarnos una lección. Te dejo pensando cuál es tu aprendizaje de este momento..
Para terminar esta carta, quiero contarte que decidí releer aquél libro que leí en mi adolescencia que parecía fantasioso y tanto te recomendé. Hoy más que ayer, admiro a aquella jovencita llamada Anna. Pasaron aproximadamente 70 años desde que escribió su famoso diario. Y al volver a encontrarme con sus escritos cada momento que pasa cobran más sentido. Te regaló unas líneas de su Querida Kitty: "Créeme, cuando llevas un año y medio encerrada, hay días en que ya no puedes más. Entonces ya no cuenta la injusticia ni la ingratitud; los sentimientos no se dejan ahuyentar. Montar una bicicleta, bailar, silbar, mirar el mundo, sentirse joven, saber que soy libre, eso es lo que anhelo, y, sin embargo, no puedo dejar que se me note.”
Espero ansiosa tu respuesta y que puedas contarme cuánto haz aprendido y leído en estos días.
Sincerely yours,
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