No debí abrir la puerta
No debí abrir la puerta, mis
prejuicios eran ciertos, Desde que te vi supe que serías un error. Algo en mi
sabía que sería dolor, pero, te desee tantas veces que te hiciste realidad. Debí
huir, pero me atrapaste. Caí en tu red de engaños, creí que sería divertido, fingí
que sabía qué hacía.
¿En qué momento se convirtió en
una pesadilla? ¿En qué momento decidiste que era suficiente? ¿Se cumplió el
plazo? ¿Se terminó el juego? ¿Seré una anécdota? ¿Ganaste la apuesta, cumpliste
la fantasía? Todavía no lo entiendo. Te fuiste corriendo cuando la culpa no fue
mía, cuando te necesitaba, cuando se puso serio. Te fuiste cuándo y cómo quisiste.
Con excusas falsas, con pretextos y frases ya inventadas. Porque nunca te importó. Pensé que iba a
importarte (Pero a nadie realmente le importa). Pensé que sería divertido, pero
las risas no duraron. Me hubiese gustado tirar abajo la puerta, gritarte y
llorar en tu cara. Me hubiese gustado exigirte una respuesta, una explicación,
putear y decir que fuiste injusto. Pero no soy aquella que grita, sino quien
esquiva tu mirada y llora en silencio. No quiero perdeme en la bronca, ya no
quiero seguir buscando explicaciones. Me
hubiese gustado una última tertulia, pero, el perdón no llego, y el café se
enfrió. No quiero convertir el paraíso en guerra, no quiero escuchar tu voz, ni
volver a cruzar tu mirada. Ahora debo admitir que duele, tu indiferencia y tu
rechazo. Te veo y tiemblo. Te veo y me desarmo. Es tiempo de dejar de buscar
respuestas, de querer tu perdón, de querer coincidir. Es tiempo de dejar ir
aquello que una vez me hizo feliz. Es tiempo de despedirme de lo que (casi) fue,
de una tonta ilusión, de una extraña confusión.
¡Te felicito! Fuiste un
gran actor, casi me lo creía. Me intriga saber cómo contarás el final de la
historia a tus amigos, cómo dirás que fue el desenlace. Seguramente me tildarás
de loca y dirás que fue mi culpa. Y como
en todos tus relatos, contarás el gran héroe que sos. Contarás que fuiste un
príncipe, y yo la damisela en apuros. Te gusta contar como vas salvando vidas
en tu camino, como si fueras un gran superhéroe. Pero, dejame decirte que en mi
historia te convertiste en el villano sin corazón. Casi creo en tu personaje,
pero solo, para darte la razón. Igual, mañana ya será tarde para que cuentes
esta historia, porque ya se borró el final. Ojalá algún día entiendas, que nada
es gratis, y que tus palabras pueden convertirse en balas. No puedes salir
ileso de una batalla. No puedes disparar y huir. No debes dejar heridos y darte
a la fuga. Te mentí, no todo está bien. No podemos seguir fingiendo que nada ha
sucedido. Tu papel se mantuvo inmutable, no cambiaste nada en tu discurso. Lamento no poder con mi papel, no poder ser
la actriz que buscabas. Me cuesta fingir, y pretender. Pude mantener el
secreto, pudiste ocultarme y dejarme de lado. Nunca fui protagonista. Era un
secreto, una historia puertas adentro. Me convertí en tu prisionera, en una
fugitiva. Y nunca entendí bien qué debíamos esconder. Quizás te daba vergüenza,
quizás era la otra. Me ocultaste tanto, que olvidaste mi existencia y te
sorprende mi presencia. Pero, debo entender que esta nunca fue mi historia. Fui
insignificante, una pieza en tu colección, una caricia de ego, una fantasía cumplida.
Te felicito por haberlo logrado, ojalá no te salga tan cara, porque el karma
está a la vuelta de la esquina.
Ahora es como vivir con un
fantasma, con un ruido en mi cabeza, una pesadilla constante. Porque quisiera
correr lejos, y no puedo escapar. Te convertiste en una sombra, en mi penumbra,
en una voz en mi cabeza. Hoy, deseo que tu recuerdo no me acompañe y que esta tormenta
se termine. Entiendo que no será de la noche a la mañana, que no puedes
desaparecer, y no quiero convertir el piso en un infierno. Pero mi vida se está
tornando una pesadilla horrible. Intenté demostrarte que no me duele, y soy más
fuerte. Pero me desarmo cada vez que te veo. Siento que para vos fue un juego. No quiero
nada, pero necesito cerrar el ciclo, mirarte a los ojos y decir adiós. Todavía
me duele. Tu indiferencia es dramáticamente hiriente. Volvimos a ser dos desconocidos, que ni se
saludan. Es un juego perverso del cual no puedo salir. Siempre fui creyente de mantener lindos
recuerdos, de despedidas cordiales. No quiero que se vuelva insoportable, que
las presencias pesen, de volver todo un drama.
No busco peleas, no quiero discutir. Ya no me interesan tus excusas. Ya está.
Ya pasó. Lo que haya sucedido, lo que hicimos, quedo atrás. Debo entender que
hay cosas que no funcionan, que no todo sucede como deseamos y que hay amores
que no florecen. Prefería un último encuentro y no un final abrupto. Pero ya no
importa.
¿Y ahora qué? no quiero
convertime en víctima, sé que no lo soy. Pero me vuelvo a preguntar si quizás
no merezco amor. Me hace reflexionar y replantear mi propia existencia. Porque
ahora entiendo que las lágrimas nunca fueron por vos, ni por nosotros (si es
que alguna vez existió). Lloré por mí. Es más profundo, y tu corte caló hondo. Volví
a encontrarme en el piso, llorando, sola, sin ganas, con un corazón desarmado. Porque entiendo que no necesitamos validación externa,
pero se siente bien tener la aprobación de otro. Sonreír sin sentido y crear conexiones.
Dicen que no extrañamos a una persona, sino lo que sentíamos o éramos con ella.
Quizás la sensación de estar enamorándome, o que el otro me vea con ojos de
aprobación. Quizás solo quería sentirme querida, sólo quería un abrazo en una
noche de frío. Sólo buscaba un refugio, una cueva para huir en tiempos tumultuosos.
Quería verte para viajar a otra dimensión y que las risas me alegrarán. Pero lo
único que conseguí fue un rechazo inmediato. Tu desprecio y tu falta de calidez.
Me cansé que me desechen, que nadie piense en mis sentimientos, que ni se esfuercen
a mirarme a la cara y crear una excusa. Ni siquiera intentaste conocerme y te
fuiste antes de lograrlo. Y no lloro por lo que hubiéramos sido. Sino porque no
pude ser, porque todos huyeron después de un traspié. Es fácil destruir, herir
y huir. Quizás no valgo la pena, no soy alguien por quien luchar. Me tiraron tantas
veces, me destruyeron y caí en mil pedazos, que ya perdí las cuentas de las
veces que tuve que reconstruirme. Fueron tantas veces que estoy perdiendo las ganas de volver a empezar.
Mi corazón se está enfriando y solo lograste poner otro escudo a esta piel. No soy una barbie, no fui hecha de plástico. Pero
quizás tengo algo de ave fénix y las cenizas que ves hoy, mañana serán el pájaro
más lindo. Porque las heridas tardan en cicatrizar, pican, arden, molestan y
dejan marquitas. Pero, en un momento, dejan de doler.
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